viernes, 26 de julio de 2013

EXTRAÑOS

De ahora en adelante, seremos dos extraños. Y pasarán los días arrastrando consigo minutos inútiles y tú, sin darte apenas cuenta, olvidarás la cadencia de mi voz y el sonido de mis pasos. 
De ahora en adelante, caminaremos por sendas separadas, destrenzando sueños, quimeras y momentos antaño compartidos. Y tal vez una noche, tú dejes de soñar conmigo y yo, acaso algún día, deje de pensar tu nombre. 
De ahora en adelante, mi vida dejará de ser tuya y la tuya mía. Y estas vidas, ahora ya sin dueño, las ofreceremos a otros a cambio de apenas nada. Y de lo nuestro quedará solo el eco de lo que pudo haber sido.
Si algún día la casualidad cruza nuestros destinos, fingiremos no habernos visto, tu desviando la mirada hacia un punto impreciso, yo rebuscando en el bolso la sombra de algún recuerdo. Y luego, con un suspiro contenido, seguiremos nuestro camino, repitiéndonos : “no valía la pena”, pero el corazón, que es terco, se saltará un latido.


La niña vestida de azul

La pesada tela azul caía como una losa sobre su  pequeño cuerpo. Mientras caminaba por las pedregosas calles de Kabul, mirando a través de la pequeña rejilla que era su único contacto con el mundo exterior, sintió el intenso calor y el sudor que resbalaba desde su cabeza, por su frente hasta el cuello. Supo que cuando se retirase el burka, como cada día, se le habría caído mucho pelo. Eso le daba lástima porque había heredado de su madre una hermosa cabellera negra azabache.

Tenía la certeza de que, mas allá de aquella cárcel azul el mundo tenía que ser diferente. Imaginó escuelas donde la niñas aprendían, jugaban y cantaban sin miedo, soñó con ir a una universidad donde todos la escuchaban y respetaban a pesar de ser mujer, pero, sobretodo, anheló un mundo donde Dios no fuese iracundo e inflexible, sino amable y misericordioso.

Vio un grupo de hombres que exhibían orgullosos sus turbantes y sus barbas. Gritaban y gesticulaban como si el mundo, las calles y el aire que les rodeaba fueran suyos. Se encogió instintivamente y aceleró el paso, desviando su paso para evitar que sus caminos se cruzaran.

Se prometió a si misma que un día sería libre y, que si no podía serlo, no le importaría la lluvia de piedras que, irremediablemente, caería sobre ella.