Tenía la certeza de que, mas allá de aquella cárcel azul el mundo tenía que ser diferente. Imaginó escuelas donde la niñas aprendían, jugaban y cantaban sin miedo, soñó con ir a una universidad donde todos la escuchaban y respetaban a pesar de ser mujer, pero, sobretodo, anheló un mundo donde Dios no fuese iracundo e inflexible, sino amable y misericordioso.
Vio un grupo de hombres que exhibían orgullosos sus turbantes y sus barbas. Gritaban y gesticulaban como si el mundo, las calles y el aire que les rodeaba fueran suyos. Se encogió instintivamente y aceleró el paso, desviando su paso para evitar que sus caminos se cruzaran.
Se prometió a si misma que un día sería libre y, que si no podía serlo, no le importaría la lluvia de piedras que, irremediablemente, caería sobre ella.
Bonito homenaje a estas mujeres que están tan solas en un mundo tan hostil. En estos días circula un vídeo de una niña yemení de 11 años que ha tenido que huir de su casa porque la quieren casar, ella prefiere morir. La comprendo!
ResponderEliminarPaíses que toleran y fomentan esto, no progresan. Son como un pájaro que quiere volar solo con una de sus alas. Una pena..
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