La despedida en sí, no le extrañaba. Ese amor, como tantos otros, había nacido muerto. Sabían desde el primer instante que tenía las horas, los días contados. No había podido ser desde el principio y, sin embargo y a pesar de todo, ambos se habían empeñado en enredarse en él, tejiendo con cada momento juntos una maraña de lazos y nudos que ahora tocaba deshacer.
Tanto compartido... ¿cómo empezar? Empezaría por olvidar sus ojos. Esos ojos que eran como abismos profundos dónde ella había aprendido a zambullirse. Podía intentar olvidar también sus manos. Eran fuertes y huesudas y ella habría podido pasarse horas tomándolas entre las suyas, o sintiéndolas recorrer cada centímetro de su piel mientras ella cerraba los ojos, entregada. Podía olvidar sus brazos, sin duda, o sus labios, o su pelo rebelde, ese que sus manos habían peinado tantas veces, sin éxito alguno.
Podía olvidarlo todo, por partes, sin duda. Pero su esencia, esa que había tragado a pequeños sorbos, no la podría olvidar jamás.
Tanto compartido... ¿cómo empezar? Empezaría por olvidar sus ojos. Esos ojos que eran como abismos profundos dónde ella había aprendido a zambullirse. Podía intentar olvidar también sus manos. Eran fuertes y huesudas y ella habría podido pasarse horas tomándolas entre las suyas, o sintiéndolas recorrer cada centímetro de su piel mientras ella cerraba los ojos, entregada. Podía olvidar sus brazos, sin duda, o sus labios, o su pelo rebelde, ese que sus manos habían peinado tantas veces, sin éxito alguno.
Podía olvidarlo todo, por partes, sin duda. Pero su esencia, esa que había tragado a pequeños sorbos, no la podría olvidar jamás.
Que bonito! me ha gustado mucho :)
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